Cada uno de los dos modelos presenta unas ventajas o unos inconvenientes, pero lo cierto es que cada día las sociedades limitadas se vuelven más atractivas para los autónomos, más en momentos de crisis.
El principal motivo es que la naturaleza de este tipo de sociedades permite separar o blindar los bienes personales del patrimonio de la sociedad. El autónomo no tiene que responder con sus propios bienes si la empresa no funciona, poniendo a salvo la propia vivienda o el vehículo personal.
Si se tienen ingresos por encima de los 22000€ a la hora de tributar puede ser una opción más favorable, más todavía si entra en vigor la reforma del RETA y los autónomos cotizan por rendimientos. En determinadas condiciones se puede tributar en el régimen general en lugar del RETA.
Según el INE en marzo de 2021 se crearon 10.968 sociedades mercantiles (99,6% SL), una cifra que supone un 62% más que en el mismo mes del año anterior. Ante este dato, también debemos tener en cuenta todos esos proyectos que se vieron paralizados por la crisis del COVID y que ahora han vuelto a arrancar.
En cuanto a los inconvenientes, destacar que hay que tener un mínimo capital de 3000€ para constituir la sociedad y que los trámites y el tiempo necesario para poner la sociedad en marcha es más elevado de lo que tarda en darse de alta la actividad como autónomo. Por otra parte, la sociedad implica unos compromisos adicionales con los que hay que cumplir anualmente y de los que hablaremos en otro artículo desglosando con más profundidad este tipo de sociedades.
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